La identidad se refiere al conjunto de rasgos y características que distingue a una o a un grupo de personas frente a los demás. Estas características las hacen únicas. La identidad moldea y determina los gustos, necesidades, prioridades y acciones de la gente.
A lo largo de nuestra vida, la identidad puede variar, según las vivencias, experiencias e incluso la edad. De estas variables surgen los tipos de identidad que reflejan cómo nos vemos a nosotros mismos y cómo nos ven los demás. A veces son rasgos obvios y claros. Así tenemos identidad personal, racial, cultural, de género, política, religiosa, solo por nombrar algunas.
La identidad personal se vincula fuertemente con la cultura, la nacionalidad, la educación y la familia. Así, muchos nos identificamos como Hispanos o Latinos y no por raza. Ambas palabras están íntimamente ligadas al idioma y la geografía. También a la descendencia. De tal manera que, puede haber latinos o hispanos, blancos, negros y en su mayoría, mestizos. Somos producto de una mezcla exquisita de razas, nacionalidades e idiomas.
Desde el 15 septiembre y hasta el 15 de octubre se celebra el mes de la Herencia Hispana en Estados Unidos. Aunque la festividad comenzó en 1968 como la Semana de la Hispanidad, fue promulgada ley y extendida a un mes en 1988 por el presidente Ronald Regan para resaltar y reconocer los aportes que la comunidad latina e hispana le han dado al país.
He tenido el honor de coproducir en inglés un programa especial para Spectrum News con el fin de difundir la celebración en el norte del estado de Nueva York. He escrito tres estupendas piezas para este programa. Y, digo estupendas, porque la contribución de la comunidad hispana y latina es indiscutible y remarcable. Y es que cuando hablamos de hispanos o latinos en Estados Unidos, nos referimos a los casi 60 millones de personas que se identifican como tal, cuyas raíces son "de origen cubano, mexicano, puertorriqueño, sudamericano o centroamericano u otra cultura española, independientemente de su raza".
Los analistas coinciden en que los inmigrantes hispanos han contribuido incuestionablemente al desarrollo del país que nos acogió. Sin desconocer el aporte de otras culturas, la cultura actual de los Estados Unidos no se puede comprender en la actualidad sin considerar el aporte multifacético de los inmigrantes latino-hispano-americanos.
En Estados Unidos comemos tacos de México, pupusas de El Salvador, gallo pinto de Costa Rica, arepas venezolanas y empanadas colombianas. Tomamos sangría de España y mate argentino. Bailamos al ritmo del merengue puertorriqueño, de la bachata dominicana y de la salsa cubana. Leemos a Cervantes, a Pablo Neruda y a Isabel Allende. Disfrutamos del arte colombiano de Botero y de las exóticas pinturas de la mexicana Frida Kahlo.
En Hollywood disfrutamos del cine con el venezolano Edgar Ramírez, Guillermo del Toro, Salma Hayek, Ramón Estévez, Antonio Banderas, Andy García, Eva Méndez y Charlie Sheen. Y en la música a JLo, Marc Anthony, Ricky Martin, Shakira, Daddy Yankee, Selena Gómez, Christina Aguilera. Aunque algunos nacieron en Estados Unidos, son de origen hispano o latino y han abrazado su identidad.
41 latinos integran el Congreso de Estados Unidos y tenemos a Sonia Sotomayor como la primera jueza hispana en ocupar un cargo en el Tribunal Supremo. A la venezolana Carolina Herrera en las pasarelas del mundo y a Ellen Ochoa, de descendencia mexicana, como la primera mujer hispana en viajar al espacio. El puertorriqueño Roberto Clemente fue el primer latino en llegar al Salón de la Fama de la Liga Mayor de Beisbol profesional. Y en esta línea, actualmente 275 peloteros nacidos fuera de Estados Unidos están en fila para el salón de la fama, 99 de República Dominicana, 70 venezolanos y 23 cubanos, le siguen puertorriqueños, mexicanos y colombianos. Como dicen en mi país, ¡una pelusa, puros latinos!
Según el informe Latino Donor Collaborative realizado en asociación con Wells Fargo y publicado por el Diario La Opinión, “el aporte latino en 2020 equivalió al 16.6 % de la actividad total del país en finanzas, seguros y bienes raíces; el 13 % de los servicios profesionales; el 13.3 % en servicios gubernamentales y el 8.4 % en educación, cuidado de la salud y asistencia social.”
El conocimiento y la aceptación de la propia identidad cultural constituye un legado importante que los migrantes llevan consigo y aportan a la sociedad que los recoge. Y como he dicho al principio, la identidad es fluida y va cambiando, pero mantener la pertenencia a un territorio, aunque trascienda las fronteras y al idioma, estimula el desarrollo de parentescos, la creación de relaciones o vínculos sociales y es un factor determinante en la preservación de la historia de las comunidades, de sus tradiciones, valores, creencias, cultos, entre otros valores.
Dicho de otra manera, no tiene sentido negar la identidad cultural y al contrario abrazarlas es nuestro deber no solo para protegerla, sino para entenderla en nuestra cotidianidad, transmitirla y ser felices, reconociendo quienes somos, de donde venimos y que somos capaces de dejar un legado histórico cultural valioso y positivo a las generaciones por venir.
La UNESCO es clara cuando enuncia tres pilares de la identidad cultural:
No hay dos culturas idénticas
Todos los pueblos ostentan una cultura propia y, una identidad cultural
Finalmente, no existen culturas superiores e inferiores, solo diferentes.
¡Así que estés donde estés, comienza hoy por abrazar tu identidad cultural, sabiendo que vas dejando huella con cada paso que das, en cada palabra que dices y en toda decisión que tomas! Procuremos que la estampa de cada huella sea positiva, humana, alegre y sobre todo ejemplar.