Transforma tu día con recuerdos felices
- Miji Velázquez

- hace 6 días
- 2 Min. de lectura
Los recuerdos felices no son solo momentos agradables del pasado; son tesoros emocionales que fortalecen nuestra mente y corazón. Actúan como anclas internas, como refugios de paz que nos sostienen en medio de las tormentas de la vida.
Durante uno de los viajes de mi mamá, nos trajo un casete con título escrito a mano por mi papá, "María Virginia Velázquez, 1974, 1975, 1976", que contenía los llantos y balbuceos de un bebé: yo.

Aunque es imposible recordar ese momento exacto, escuchar el audio de cuando apenas tenía unos días de nacida me conecta profundamente con el amor que me rodeaba. Imaginar la felicidad de mi papá —tan emocionado por ser papá, que grabó mi llanto de recién nacida como si fuera una sinfonía de vida— me conmueve. Imaginar los ojos de mi madre mirándome con ternura —y, ahora, 51 años después, poder mirarla y ver en su rostro la misma alegría como si fuera aquel día— me llena de esperanza. Es una experiencia que fortalece mi espíritu, eleva mi ánimo y me susurra paz, recordándome que somos amados y nunca estamos realmente solos.
Recuerdos así regulan nuestras emociones, evocan lo que hemos superado antes y nos susurran que podemos hacerlo de nuevo. Nos conectan con quienes amamos, nos dan perspectiva en momentos difíciles y nos invitan a creer que la felicidad no es un sueño lejano, sino una realidad vivida a la que podemos retornar en cualquier momento.
Escuchar un pequeño fragmento de ese audio transformó mi día. Me sirvió para darme cuenta del poder transformador, de los recuerdos, de los buenos momentos y de las relaciones familiares. Cultivar y atesorar estas memorias no es nostalgia pasiva; es una estrategia activa de cuidado emocional. Son como una cuenta de ahorros interna de capital afectivo, que nos da fuerza cuando más la necesitamos. Atesorémoslas, revisitémoslas a menudo y permitamos que nos guíen hacia una vida más esperanzadora y resiliente.







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