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Por qué me fui de Venezuela. Esta es mi historia | Parte I

Cámara lenta | Transformación política

Golpe militar

Esto es lo que recuerdo y cómo ...

Me estaba preparando para ir a clases en la secundaria. Eran alrededor de las 5 de la mañana. Todavía estaba oscuro. El sonido de los autos frente a mi habitación en el séptimo piso del edificio era distante. Los pájaros aún dormían. Canal 7 -señal nacional- transmitió el talk show matutino. A las 6 de la mañana el Himno Nacional.


Yo, todavía perezoso, salí del baño para vestirme con el uniforme escolar regular: camisa beige, jeans azules y zapatos marrones, mis favoritos. Mi gato, Tiger, bostezó y estiró sus garras en mi cama. De la cocina llegaba el olor típico de esa hora, café negro colado en un trapo mezclado con arepa tostada.


Desde detrás del silencio, pude sentir algo siniestro. Así que entre la oscuridad que inundaba la calle y el olor a comida fresca, se escuchó un sonido repentino y atronador. Todo lo demás quedó ensombrecido. La televisión estaba en silencio. Todo lo que pude escuchar fue el "ruido". Un ruido ominoso.


Rápidamente, y dejando todo atrás, me asomé por una ventana. La curiosidad me ahogó, ¿qué produjo un ruido tan estremecedor e infernal? Mi hermano también corrió. Mi mamá dejó caer su taza de café y, con su paleta para cocinar en la mano, salió de la cocina para unirse al fisgón. ¡Qué sorpresa! Tres tanques militares cargados con municiones militares y de guerra ardían frente a nuestro edificio a toda velocidad. Se dirigían al norte de la ciudad por la avenida principal de mi amada ciudad natal.


Los tres nos miramos. Asustados, oramos a la televisión por respuestas. La imagen que vimos nunca la olvidaré. Un tanque militar subía las escaleras de la Casa Presidencial. Los periodistas describían lo que estábamos viendo, pero estaban tan confundidos como nosotros. En la cocina, mi mamá también encendió la radio, pero reinaba el desconcierto. La desinformación invadió los medios. Sin embargo, pensé lo peor: esto debería ser un golpe militar contra el presidente.


Mientras tanto, mi hermano y yo solo sabíamos una cosa: no teníamos que ir a la escuela ese día.


A medida que pasaban las horas, las imágenes televisivas se volvían más crudas: heridos y mucha gente, hombres y mujeres que huían de los tiroteos. Los aviones, algunos se estrellaron y otros sobrevolaban las ciudades más importantes: Maracay, Maracaibo y Valencia. Los camiones cisterna recorrían las calles. Se tomaron algunas bases militares y el canal público nacional, VTV. Muchos de sus empleados resultaron gravemente heridos y algunos murieron.


Pasó el día. El número de heridos fue así como el de muertos. Mientras tanto, no sabíamos nada a ciencia cierta. En ese momento no podíamos imaginar que con ese terrible golpe, 41 años consecutivos de democracia establecida después de tantas dictaduras sangrientas y crueles, estuvieran a punto de morir abriendo la puerta a la historia contemporánea más catastrófica de Venezuela.

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