Algo que todos los seres humanos tenemos en común es que vivimos en constante cambio. Cambiamos de cabello, cambiamos de ropa, de estilo, de escuela, de trabajo, de casa. Envejecemos... Una vez que comienzas tu relación, el "cambio" es inminente, porque inmediatamente toda tu vida se transforma.
Veamos esta etapa como un proceso de adaptación. De cada individuo dependerá cómo afrontar esos cambios o esa transición de la mejor manera para que la relación perdure en el futuro. Comunicar y negociar es fundamental. Entender que todos tenemos un pasado es elemental. No te compliques con tonterías ni discutas por cosas sencillas. La vida es demasiado corta para desperdiciarla en argumentos sin sentido. La cantante cubana Celia Cruz lo dice muy claro: “la vida es un carnaval, y es más bonito vivir cantando”.
El compromiso, la luna de miel del noviazgo, los primeros años, traerán cambios. Estos son períodos que tienes que abrazar y disfrutar. Sobre todo el primer año en el que todo parece perfecto, pero en él también descubres cosas, modales y aspectos de tu pareja que desconocías.
Las relaciones crecen, es decir, maduran, hay un mayor conocimiento de la pareja. Quizás los desencuentros sean más o menos frecuentes, producto de la madurez adquirida en la primera etapa de cambio y adaptación.
En esta fase la pareja se estabiliza. El amor ya no es producto de un sentimiento, sino de la razón. La voluntad juega un papel importante en el binomio compromiso-comprensión. Luego, si la relación madura, vienen los hijos y sus facetas: bebé, adolescencia, universidad y adultez. En medio de todo esto sigues cambiando, creciendo, madurando, y contigo tu pareja y en fin tu relación o matrimonio.
Todos los cambios traerán aprendizaje. Aprendes de los fracasos y los éxitos. De alegría y tristeza. Cada momento de tu vida y de tu matrimonio y cada paso en la vida de tus hijos, si los hay, te enseñarán lecciones inolvidables que pueden servir de referencia para otras parejas o incluso para tus propios hijos.
Veo la etapa de aprendizaje como una combinación de las dos anteriores y una que nunca termina. Es un período de reflexión, por lo que es valioso que la pareja tenga abiertas las mejores vías de comunicación, sanas para que no se convierta en una amenaza para la estabilidad de la pareja.
Cómo evitar la rutina y el aburrimiento
La rutina es muy común en muchos matrimonios o relaciones. Es una especie de adormecimiento de la relación marital.
El ajetreo diario, el estrés, los compromisos sociales, hacen que muchas personas caigan en una rutina de vida. Sin embargo, es muy perjudicial para la relación.
Para evitar caer en la rutina, la pareja debe ser muy creativa, redescubriéndose cada día y reencontrándose a diario. Veamos qué podemos hacer:
Comparte
Una buena conversación con tu pareja sobre lo que piensas y sientes para aprender más y crecer en el amor. Hablar del día en el trabajo, hacer la compra juntos, ver una película, comer un helado o dar un paseo al aire libre son situaciones que te permiten estar al lado de tu pareja, compartiendo y conversando. Buscar momentos a solas también es muy importante, sobre todo para refrescar la relación en la intimidad.
Cuida
Recuerda esto: cosechas lo que siembras. Si siembras espinas, no esperarás cosechar flores. Y, cada planta necesita cuidado diario. Si no lo cuidas, se marchitará y morirá.
Piensa, ¿cómo cuidas a la persona que tienes al lado? Y, ¿cómo te cuidas para la persona que comparte tu vida?
Prioriza
Tu pareja siempre va primero.
Muestra y demuestra
Muchos detalles, y no tienen que ser muy cuidadosos o elaborados. La creatividad y la espontaneidad dan vitalidad a la relación y la fortalecen. La espontaneidad es contraria a la rutina, por lo que dejar espacio a la improvisación da libertad para que las cosas sucedan con naturalidad.
Puedes escuchar o leer Mis consejos para un matrimonio feliz para aprender más sobre este tema.
La rutina es un enemigo silencioso, no hace ruido. Nos acostumbramos a ello hasta el punto de que no nos damos cuenta hasta que es demasiado tarde.